lunes, 5 de septiembre de 2011

Dispersion



Cuando la gente me pregunta, ¿Por qué te gusta el Bossa?, a veces atino a responder que es algo particular, muy mío;  cuando en realidad quisiera preguntar ¿cómo es posible que a alguien no le guste?, no se trata solamente de un género, sino  de ésas notas que te incitan a mover el cuerpo hilvanando  olas en el viento,  a sentir la letra instalarse en lo recóndito e insondable de cada hueso que te sostiene, como si la música estuviera dentro de ti y no viniera de afuera. Me gusta el Bossa porque inspira, porque ayuda a perderse en aquellas dispersiones mentales que  cambian, se adaptan y se revuelven en mi mente, porque te hace consciente de la belleza interminable que puede tener un sonido llamado nota musical, porque me recuerda que tengo un cuerpo de mujer que se mueve al compás, susurrándole al espacio pequeñas palabras de amor y deseo; me recuerda que en la música se encuentra la inmortalidad y al mismo tiempo la desavenencia de una época que se contrasta.

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