domingo, 3 de noviembre de 2013

Crónica de fe

No se ha dado cuenta. Ha pasado como todos los días directo a su trabajo, mirando al suelo, mirándose dentro; preocupado más que otra cosa. No se ha dado cuenta que lo veía yo desde mi banca, con mis amigos; esos dadores de risas. Pasó de largo, encerrado en su mundo, quizá preguntándose si le falta herramienta o le sobra trabajo, a lo mejor iba inventariando rápidamente por sí olvidó algo en casa, a lo mejor le faltó o le sobró una despedida. No se percató que lo espiaba, discretamente, como de reojo, accidentadamente. Si hubiese volteado, si hubiese levantado la mirada, habría visto mi cara, descubierto mi truco y habría sonreído cortésmente, como todos los días; pero no, en vez de eso, me regalo un gesto sencillo pero lleno de fe, me regaló un instante eterno y sublime, como cuando escuchas una canción que te recuerda a alguien que se ha ido, un instante de esos que ofuscan, que arraigan. Me dejó ver su ritual, sencillo, su asidero diario, su honestidad, lo buena gente que lleva dentro. Lo vi tocárse la frente, bajar la mano al corazón, extenderla a los hombros y besar la cruz que su mano formaba. Me regaló un pedacito de fe y èl, ni se ha dado cuenta.