miércoles, 21 de abril de 2010

vieja ausencia, vieja pertenencia

Con la certeza de que no cumpliré ni la mitad de mis promesas me despierto cada mañana,
intentado no hacer  ninguna más, para no aumentar el peso de las que ya me pesan,
quiero dormir la mitad del tiempo, pero no me puedo perder las sonrisas que me regala
el ángel que se ha convertido en el motor de mi vida y la verdad es que desde que llegó
ya no me siento triste ni extraño las ausencias porque hace tiempo escribí que ya no se vive de ellas ni con ellas y ni mucho menos se deben echar de menos, se quedan en lo que creo que fue, en ésta comunicación ininterrumpida de estados de ánimo, de ojeadas al alma, de decir lo queremos creer mientras soplamos para pedir un deseo que está a años luz, como nosotros
¿Porqué?
porque ya no somos ni la cuarta parte de lo que fuímos

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